El Amaranto es uno de los cultivos más antiguos de Mesoamérica:
los Mayas, los Aztecas, los Incas, pueblos recolectores y cazadores, lo
conocían. Los primeros datos de esta planta datan 10 mil años,
según algunos investigadores, y otros, como Juan Manuel Vargas,
de la Universidad de Sonora, señala que “las muestras arqueológicas
del grano de amaranto o Amaranthus cruentus, hallados en Tehuacan, Puebla,
se remontan al año 4.000 a.C., e indican que probablemente se originó
en América Central y del Sur”. Giovannina Vele, licenciada
en Biología, egresada de la Universidad Central de Venezuela, ratifica
que el testimonio más remoto del amaranto, asociado con la actividad
humana, “ es 4. 000 años a.C, lo refieren unas semillas halladas
en el estado de Veracruz (México) en la cueva de Coxtatlán,
en las comunidades indígenas denominadas Ocampos”.
El amaranto fue una planta que dentro de las actividades agrícolas de los pueblos prehispánicos pugnaba en importancia con el maíz y el fríjol. Era consumida tanto en forma vegetal como cereal, y la producción del grano estuvo en su máximo apogeo durante los períodos Maya y Azteca en Centroamérica. La situación cambió cuando llegaron los españoles que prohibieron su cultivo y su consumo por considerarla “pagana”. Casi lograron erradicarla. Algunos estudiosos sostienen que se trató de una estrategia militar para mantener a la población débil y conquistarla más fácilmente, pues el amaranto era un alimento de guerreros. Los Mayas quizás fueron los primeros en usar el amaranto, "xtes", como cultivo de alto rendimiento, apreciando especialmente su valor alimenticio. Los Aztecas lo conocían como “huautli” y lo ligaban con sus ritos religiosos. Y los Incas lo denominaron “kiwicha” (pequeño gigante) y lo respetaban principalmente por sus poderes curativos. La palabra “amaranto” viene del griego y significa “planta que no se marchita”. Vele cita que “las flores del amaranto de cualquier especie después de cortadas duran mucho tiempo y no pierden el color, asumen un aspecto más delicado y bonito que cuando están vivas, razón por la cual era utilizada antiguamente para adornar las tumbas y simbolizaban la inmortalidad”. Los Aztecas Vargas López menciona que algunas crónicas de la época indican que “los Aztecas producían alrededor de 15 a 20 toneladas al año”, más de cinco mil hectáreas estaban dedicadas a la siembra de amaranto, y anualmente 20 provincias daban en tributo el grano de amaranto a su rey, Moctezuma, en Tenochtitlán, ahora ciudad de México. Los Aztecas lo utilizaron para la realización de transacciones, lo consideraron sagrado por su resistencia a las sequías, por el vigor que les proporcionaba y lo asociaron con el sol por su color rojizo. Tres razones suficientes para vincularlo a sus ritos religiosos: “En festividades religiosas, las mujeres Aztecas molían la semilla, la mezclaban con miel, melaza o sangre de víctimas humanas de algún sacrificio, y moldeaban la pasta resultante (zoale) en forma de estatuas de ídolos y dioses. Estas estatuas eran después consumidas durante las ceremonias religiosas. Cuando Hernán Cortés invadió México, en 1519, e inició la conquista del imperio Azteca, tales ceremonias eran consideradas como una perversión de la Eucaristía Católica y fueron vetadas. A fin de destruir la religión y eliminar sus rituales paganos Cortés prohibió todo cultivo de amaranto, ordenó que los sembradíos fueran quemados o aplastados, y mandaba a cortar las manos de las personas que fueran sorprendidas en posesión o cultivo de este grano”. En muy poco tiempo el cultivo de amaranto, con alto valor agrícola y religioso, se hundió en el olvido. Debido a la Inquisición de Cortés, “las especies de grano de amaranto son casi desconocidas y desde entonces han permanecido en estado letárgico como cultivo alimenticio. Su producción decayó vertiginosamente entre 1577 y 1890, y existen pocos registros de producción del grano después de esa fecha. Sin embargo, fue durante este período cuando llegó a África y Asia, y muchas de sus formas ornamentales fueron introducidas en los jardines Europeos”, señala Vargas López. Este hecho, junto con la sustitución de los cultivos nativos por los del Viejo Mundo, llevó al amaranto a una situación lamentable. Solo continuaron con su cultivo pequeños agricultores para consumo propio en las comunidades retiradas hacia la montaña. La resurrección del amaranto Actualmente, la forma más común de consumir el amaranto
en México es el popular dulce "alegría", cuya
preparación, curiosamente, deriva del antiguo tzoalli , con la
diferencia de que en lugar de harina de amaranto se utilizan las semillas
reventadas como rosetas de maíz. En menor escala, y de manera
más localizada, las semillas son molidas y mezcladas con maíz
para elaborar platos típicos, y las hojas verdes se emplean en
preparaciones similares a las del consumo de espinaca.
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