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El Amaranto y la Tercera Edad

Un producto que adquiere mayor fuerza a través de los años.

A medida que el ser humano alcanza la tercera edad aparecen cambios fisiológicos y trastornos metabólicos que requieren de una dieta especial. El amaranto es un producto que tiene un poco más de 500 años, pero hoy ofrece a la tercera edad toda su energía para ayudar a recobrar el vigor de los
primeros años.

Conforme pasan los años nuestro cuerpo va perdiendo fuerza y movimiento, debido a la intensa actividad a la que se somete nuestro cuerpo durante toda nuestra vida.

Muchas personas temen llegar a la vejez por la pérdida de memoria que acompaña a la edad. Es indudable que esto se debe principalmente a un nuevo factor de la vida moderna: el estrés, que aumenta los índices de Alzheimer sobre todo en personas mayores de 65 años.

Esta enfermedad, descubierta en 1907 por un neurólogo alemán, provoca que la memoria y el pensamiento se debiliten y se sufran cambios de humor y personalidad, además provocan desorientación en cuanto a la percepción de espacio y tiempo y se pierde la capacidad para concentrarse y comunicarse.

Sin duda, es importante recordar que nuestros hábitos alimenticios, que rigen durante toda nuestra vida, determinan en muchos casos los problemas durante la edad madura. Por esta razón es importante llevar una dieta equilibrada que contenga la suficiente calidad y cantidad de alimentos para proporcionarle energía y vigor a nuestro cuerpo.

Hace cientos de años atrás, nuestros antepasados trabajaron en el uso del amaranto y le atribuyeron propiedades únicas. Los aztecas utilizaban esta planta y la mezclaban con sangre y con ella formaban figurillas que eran moldeadas conforme a cada deidad, según el mes y la actividad festiva a la que correspondía.

Luego estas piezas eran distribuidas entre los fieles. Este rito recibía el nombre de reocuallo (comerse al Dios). Mediante este acto se buscaba obtener poderes revitalizadores, reproductivos (tanto en la persona como en su entorno), y así evitar enfermedades como la hidropesía, la gota, el reumatismo y la amigdalitis, padecimientos ligados a las deidades del agua y del viento como nos cuenta la investigadora, Ana María Velasco, perteneciente a la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH.

Pero la fama de este alimento pronto llegó a otras culturas como la Maya, que apreciaban al amaranto por el vigor que éste les proporcionaba, y los Incas, lo admiraban por su asombroso poder curativo.

Es por esto que muchos investigadores coinciden en señalar que la analogía entre las actividades prehispánicas y la comunión cristiana motivaron a los españoles a erradicar el cultivo del amaranto.


El amaranto recobra su fuerza

Gracias a numerosos estudios, el amaranto sigue recobrando la fuerza que tenía hace cientos de años y le ha demostrado sus asombrosas propiedades curativas y alimenticias.

Si nuestros antepasados lo concebían como un producto que les devolvía fuerza y energía, no está demás recomendarlo en la dieta actual de cualquier persona. El amaranto tiene enormes proyecciones a futuro. La Organización Mundial de la Salud lo nombró la proteína ideal para la dieta humana, en tanto que la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos seleccionó al amaranto como el mejor alimento de origen vegetal para consumo humano.

Cabe destacar sus propiedades anticancerígenas, también ayuda a estabilizar los niveles e glucosa y grasa en la sangre, por lo que se recomienda para enfermos de diabetes y personas con problemas de colesterol.

El consumo de cereal (papilla) de amaranto se recomienda para pacientes con problemas bucodentomaxilares, geriátricos, desnutridos y pacientes oncológicos. Pero además por su alto contenido de calcio es útil en la prevención de osteoporosis.

Ya que todas estas propiedades son tan beneficiosas para la salud en cualquier etapa de la vida, deben ser ampliamente recomendadas en las personas de la tercera edad que necesitan incorporar a su dieta alimentos que les devuelvan esa energía que se ha ido perdiendo con los años.